30.4.11

V A C I O Y L L E N O


El espacio urbano territorial contemporáneo configura una estructura dendrítica de desarrollos intermitentes y sincopados que favorecen el protagonismo de los espacios de omisión: ausencia de lo construido, espacios abiertos o incisiones visuales; terrenos residuales, espacios de borde o grandes reservas de omisión, que operan “en negativo”; vacíos, pues, susceptibles de propiciar un tratamiento – y una instrumentalización – del paisaje más singular, flexible y eficaz.
La creciente expansión de las conurbaciones mundiales conduce, en efecto, a la formación de subcentros periféricos dispersos en un movimiento policéntrico que favorece procesos acelerados de fractalización que no afectan ya solo al propio límite del paisaje urbano sino también a muchas de las subestructuras que este acoge. Estas presentan superficies vacías cuyos bordes crecen más rápidamente que la propia superficie. Son, pues, estructuras rizomáticas caracterizadas por un crecimiento discontinuo pero, y sobre todo, por una intercadencia de secuencias vacío – lleno.
Si en la ciudad tradicional el crecimiento compacto, creciente y monocéntrico daría lugar a la predominancia del lleno sobre el fondo, en la multiciudad fractal, a pesar de su desarrollo aparentemente caótico, pueden, en cambio, concebirse más fácilmente estructuras recursivas, basadas en entramados entre vacío y lleno capaces de acoplar, intercambiándolos espacios de desarrollo – presencias – y espacios (operativos de reserva) – ausencias.
Se trata entonces de proyectar el vacío, su forma y su disposición. No tanto como un acontecimiento residual aislado o excepcional sino como sistema operativo asociado a la canalización de los flujos. Si durante años el trabajo de la arquitectura se ha concentrado en el lleno – lo edificado -, hoy ambos términos deben y pueden combinarse articuladamente.
Estos contratos entre lugares pueden articularse, en efecto, en sucesivas seriaciones positivo-negativo, vacío-lleno, que – bien diseñadas,  a todas las escalas – favorecerían la diversidad, el contraste y la diversidad a través del propio papel otorgado a los espacios relacionales: espacios estratégicos de incisión y (o) articulación que ejercerían de juntas entre acontecimientos – en los mismos términos a los que se refiere Sybille Becker -  como engranajes capaces de asegurar secuencias y encadenamientos eficaces entre desarrollos diversos suscitando, al mismo tiempo, tal y como recordaba Rem Koolhaas, auténticas dinámicas de adhesión social.


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