La propuesta espacial estructura y simboliza con la
máxima intensidad la nueva centralidad que representa la plaza Blas Infante de
una manera contemporánea. El proyecto se desarrolla a partir de la dualidad de
las dos escalas que se mezclan: la escala de barrio, de entorno inmediato, y
otra de mayores dimensiones, la de la ciudad y su centro histórico.
Adecuación
con el barrio de Cap-Pont y relación con el centro histórico.
Para el uso y entorno inmediato se ha
creado una plaza de barrio: un lugar de descanso, de ocio, de relación vecinal,
con sombra y bancos, juegos infantiles, césped y una vegetación floral
siguiendo el trazado de la pérgola como protección para el verano.
La existencia de un aparcamiento subterráneo de
nueva construcción en la base de la plaza ha hecho de la integración de los
mecanismos de servicios uno de los objetivos vertebradores del proyecto. De
esta manera los ascensores, las salidas de escaleras, la ventilación… se
integran plásticamente jugando con los elementos de las torres y la pérgola,
que se han previsto para integrar la iluminación. Esta misma iluminación es la
que permite crear ambientes diferenciados, espacios dinámicos, espacios de
comunicación, unos con más luz, otros con tonos de iluminación suave de reposo
y tranquilidad. El espacio público tiene que mimar al usuario.
La impresionante topografía del Centro Histórico de
Lleida, formada por calles empinadas alrededor del cerro de la catedral de la
Seu Vella (1204 d.C.) es el referente casi omnipresente. Se parte de una plaza
con un plano de suave pendiente que va cogiendo altura a medida que se aparta
de la riba del rio. Desde este espacio público toda la ciudad antigua se
muestra tal como es en realidad, con sus grandezas y sus conflictos. Se trata
de un punto de vista privilegiado, un mirador excelente de la ciudad,
presentando una visión bonita y sincera.
Siempre utilizamos un compañero de viaje en el
proyecto para aportar un grado de simbolismo a los espacios públicos y
culturales del medio urbano. La poesía “La ciutat llunyana” fue escrita por
Màrius Torres al finalizar la guerra civil, en 1939. Aquellos momentos de
serena tristeza en que fue escrita nos interesaron. Han pasado ya 70 años desde
que Màrius Torres escribiera sobre la Lleida una vez acabada la guerra, donde
veía los sueños enterrados y todos los discursos, las palabras, quizás de paz,
habían fracasado
Hablaba, entonces, de que no quedaba más consuelo
que creer y esperar a la nueva arquitectura que, con brazos más libres,
tendría que salir de nuevo del suelo. Resultaros ser 40
años de dictadura.
Creemos oportuno pensar la plaza pública como una
recopilación de intenciones, trabajar unos elementos poéticos que, con Lleida
de fondo, representen, sin serlo, la ciudad que se escribe cada día, hoy más
que nunca, de todos los ciudadanos.